Gregor Samsa

Dentro de un mes estaré en Praga. He leído que se vuelve mágica a partir de las cinco de la tarde. No es que antes no lo sea, pero desde que cae el sol, la ciudad se enciende y uno siente la fuerte historia, el esplendor y ese romanticismo cálido de la vieja Bohemia. El turismo se calla un poco y se deja oír el músico de las copas de cristal, el saxo del jazzista, el concierto de los violinistas. De pronto se huele la que debe de haber sido la Praga de siempre y surge su gente, que va camino de vuelta a casa o a tomar cerveza o café a los bares de Malá Strana.

Así que aquí ando metiéndome en el ambiente. Ya os contaré a la vuelta cosas del viaje. De momento aquí os dejo un trocito de la obra maestra de uno de los genios más importantes de la literatura universal, y como no, es de Praga.

Una mañana Gregor Samsa se despierta en su cuarto convertido en una extraña criatura insectoide. Su primera preocupación, a pesar de la horrible situación en la que se halla, es que llegará tarde al trabajo y perderá el tren que tenía que tomar. Tal inquietud pronto aparece en el resto de su familia cuando se dan cuenta de que Gregor aún no ha salido a trabajar y continúa encerrado en su espartana habitación. En su situación, incapaz de controlar su nuevo cuerpo y de hablar normalmente, la apertura de la puerta se convierte en una odisea que se agrava con la llegada del principal enviado por el jefe de Gregor. Cuando, por fin, todos descubren el nuevo estado de Gregor, la familia pasa del horror inicial a tratarlo con abnegación, como una carga o un molesto deber. Sin embargo, sus padres no vuelven a entrar en su cuarto, donde Gregor queda confinado, y es su hermana, Grete, la que se dedica a intentar cubrir sus necesidades básicas como mejor puede, a pesar de que le causaba repugnacia su aspecto.
Aunque Gregor conserva en todo momento sus facultades mentales, su incapacidad para hablar hace pensar a la familia que no es ya más que un animal que no puede comprenderlos. Grete pronto vacía la habitación de casi todo el mobiliario para dejarle una mayor libertad de movimientos, que Gregor no tarda en aprovechar y disfrutar al descubrir que se halla más cómodo trepando por las paredes y el techo que en el suelo. Sin embargo, no deja de sentirse avergonzado y siempre se oculta, detrás de un sofá antes de la llegada diaria de su hermana para traerle comida y limpiar el cuarto. En una ocasión, motivado por el hecho de que su madre parece no acabar de aceptar lo que es ahora su hijo, Gregor abandona su habitación, su padre lo persigue con intenciones agresivas y, dado el frágil estado de su hijo, casi lo mata.

 En otra ocasión, tras largos días de soledad y deterioro físico tras el percance con su padre, la música del violín tocado por su hermana en honor de unos arrogantes inquilinos, con cuya renta la familia puede seguir viviendo tras la pérdida del sueldo de Gregor, lo hace salir de su habitación en una especie de trance… (el final no os le estropeo, tendreis que leerlo…)
Franz Kafka (La metamorfosis)

me quiero ir de viaje ya

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Escuchar: Slowly, Luis Eduardo Aute

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